La Primavera en Estambul y el otoño de São Paulo
Artículo publicado por la profesora María Emilia
Prado (Universidade do Estado do Rio de Janeiro) en Facebook, originariamente
en portugués, en junio de 2013.
El siglo XXI nació en Occidente bajo el
signo de la apatía, con una sensación de vacío ideológico. Había mucha miseria
en el mundo pero poca disposición para la protesta. El consumo apareció como la
nueva panacea. La arquitectura de los shopping-centers invadía las pequeñas y
grandes ciudades, de este a oeste. El mundo era un gran parque de diversiones. Obviamente,
sólo para los que podían entrar y disfrutar de sus juegos. La crisis financiera
de 2008 y sus consecuencias hicieron trizas muchas de las expectativas de
acceso al parque de diversiones. Poco a poco, se fue percibiendo que el daño
era incluso mayor: no sólo retrocedían derechos conquistados por los
trabajadores décadas atrás, sino que incluso se derrumbaba la posibilidad de
acceso al trabajo y empleo.
Entonces, las manifestaciones se
sucedieron. Aquí y allá. El "Occupy Wall Street" en Nueva York. La
ocupación de la Plaza
del Sol en Madrid. Las manifestaciones en Atenas, Lisboa, la “Primavera Árabe”,
etc. Aquí y allá, la gente salió a las calles. Contra la reducción de los
salarios y en defensa del empleo, la vivienda, los derechos sociales, el
derecho a la libertad, los derechos de las minorías. Las razones fueron y son
múltiples, entre las cuales podemos mencionar una sensación generalizada de
incredulidad, malestar, miedo e inseguridad. En Estambul, en la primavera, la
protesta fue dirigida en contra de la construcción de un centro comercial en un
área de esparcimiento, la última de las grandes áreas verdes de la ciudad. En São
Paulo y otras ciudades de Brasil, en pleno otoño, la protesta fue, en principio,
contra el aumento del precio del pasaje en el transporte público.
Los jóvenes convocados por las redes
sociales, como ocurrió en la "primavera árabe" o las protestas en los
Estados Unidos y Europa llegaron a las calles de São Paulo, debido a 20 centavos
de real. Todo parecía sin sentido: una inmensa manifestación tenía lugar en el
país de la apatía, ¿por qué?. Asistimos, entonces, a la búsqueda de
interpretaciones que den sentido a este acontecimiento. Resulta interesante
notar las opiniones –curiosamente contrapuestas e iguales- en la evaluación de
los hechos. Para los partidarios del PSDB, las manifestaciones son causadas por
el PT, porque el gobernador Alkmim tiene altos índices de aprobación. Para los partidarios del PT, son los del PSDB
quienes quieren aprovechar un momento de fragilidad económica del gobierno para
incentivar las manifestaciones y principalmente –para ambos lados- los actos de
vandalismo.
A su vez, la policía muestra su falta de
preparación más completa y responde con una violencia brutal. Como dijo el
abogado Walter Maierovitch "la policía brasileña no está preparada para actuar
en ambientes democráticos”. Y, de hecho, no lo está. ¿Hubo actos de vandalismo
en las manifestaciones? Sí, hubo efectivamente actos de vandalismo, y esos
actos deben ser repudiados. Pero también hay que garantizar el derecho a la
libre expresión, a realizar manifestaciones, sea por motivos políticos o no. La
libertad de expresión es el primer derecho en un Estado democrático. ¿O no?
En las movilizaciones y manifestaciones
callejeras que vemos hoy en las ciudades brasileras, posiblemente haya
elementos de infiltración partidaria, aún cuando en Río de Janeiro hayan
aparecido curiosos carteles sosteniendo en alto el lema de “ningún partido me
representa”. Pero la protesta se lleva adelante por cuestiones absolutamente
diferentes y dispares: contra la construcción de Belo Monte, contra la
violencia, contra el mal estado del transporte (autobús, ferry o subterráneo).
Dado el tamaño de las manifestaciones, es imposible asumir que todos los que
salieron a la calle son infiltrados político-partidarios.
Sin duda, es sorprendente que en el
"país de la apatía", donde los jóvenes están desmovilizados y carentes
de ideologías (porque las ideologías ya no existen), las calles están siendo
ocupadas y el llamado a ocupar las calles proviene paradójicamente de esa
juventud sin ideales. Pero ¿no es esto exactamente lo que pasa en el mundo entero
en los albores del siglo XXI? La "pax económica" ha terminado. ¿No?
La sensación de que el mundo estaba en orden, tan extendida en gran parte de
Occidente, se ha roto. Tampoco hay más ideologías, creencias o parámetros que
orienten la acción. ¿La revolución no está ya desacreditada desde hace mucho
tiempo? ¿Los movimientos de las personas no se caracterizan más bien por la
fragmentación? ¿No ha pasado de moda la figura del intelectual comprometido?
¿No es sólo un tonto el erudito? ¿Acaso lo importante no es la fragmentación
del saber? En un mundo fragmentado y sin sentido, nada más lógico que las
calles de las ciudades brasileras hayan sido tomadas por personas que protestan
por veinte centavos, contra precarios medios de transporte, contra los gastos excesivos que suscita el
próximo mundial de futbol, y contra muchas otras cosas.
¿Nos sentimos desconcertados por la
protesta y tratamos de encontrar explicaciones político-partidarias? ¿Es
razonable que esto ocurra porque la apatía nos caracteriza? ¿Somos el país de
la fiesta, el fútbol, la cerveza, la "destreza" de clientelismo, y la
falta de energía? Así es, según lo declarado por muchos de nuestros intérpretes
durante todo el siglo XX. ¿O no? Hay vandalismo en las manifestaciones
callejeras, sin duda. Y este debe ser
castigado legalmente, debe ser condenado como una abominación, sin duda. Pero
el uso de la fuerza bruta por parte de la policía también debe ser firmemente condenado,
con la misma firmeza que debe ser defendido el derecho de las personas a
manifestarse en el espacio público.
Es sorprendente que la población nunca
haya ido a las calles para protestar en contra de la existencia de uno de los
peores de transporte público en el mundo. ¡Ah! Sí, en la India es mucho peor. En
Rusia, la educación vial tampoco es buena, pero el transporte en las ciudades
funciona adecuadamente. Diferentes segmentos de la "clase
media" brasilera, cuando viaja al exterior, usa el transporte público
–se mueve en trenes, subterráneos, autobús en Europa, en Estados Unidos, en
gran parte de Oriente Medio y el Lejano Oriente y en África. Pero en Brasil,
especialmente en São Paulo, pretende evitar el uso del transporte público, o
apenas recurre a ellos fuera de las horas punta. Son los segmentos más pobres
los que utilizan el transporte público en Sao Paulo, porque no tienen otra
opción. Trasladarse en ómnibus, tren, subterráneo o barco es una tragedia, aún
en el Sudeste, la zona más rica y maravillosa del país. La situación es incluso
peor en el nordeste, y esa tragedia adquiere desproporcionadas dimensiones en
el norte del país. La educación y la salud son otras dos tragedias nacionales.
Pero dejemos eso a un lado.
¿La gente en la calle sigue guiada por
una ideología? ¡Claro que no! Ya no hay ideologías. ¿Siguen ordenadas por un
movimiento o partido político? Es poco probable. Algunos participantes, quizás
sí, pero ¿todos? Imposible. La convocatoria realizada este fin de semana para
reunirse el próximo lunes en Río de Janeiro tiene -hasta la tarde del sábado 15
de junio- 15.420.000 confirmaciones. Probablemente, no vayan todos. Pero miles
irán, y se pide que aquellos que están de acuerdo con la movilización, pero que
no quieren concurrir por temor a la represión policial, pongan paños blancos en
las ventanas. El alcalde de São Paulo se ha comprometido a dialogar sobre el
ajuste. Sin embargo, en Belo Horizonte, se logró que la justicia impida las
manifestaciones durante la semana que viene porque se juega la “Copa das
Confederacoes”.
La extrañeza que producen estas
manifestaciones posiblemente esté relacionada con la certeza de que la apatía
constituye una característica inconfundible de la sociedad brasilera, lo cual
suscita también la necesidad de encontrar una razón para esta movilización que
tomó las calles. Pero en estos tiempos de aparente caos que caracterizan siglo
XXI, parece difícil de encontrar una explicación, contando apenas con la imagen
del mundo tal como existía hasta la década de 1990. Lo que observamos hoy en
día son movimientos sociales multifacéticos. La política claramente tiene sus
formas de trabajar, pero parece haber perdido la capacidad de la
representación. Parte de la sociedad se conduce desde la política y,
especialmente, desde la política partidaria. Sin embargo, pareciera que la
mayoría no lo hace.